El Club Atlético Lanús no sólo es futbol sino que hoy y siempre fue una gran familia que contó con buenos dirigentes que lo llevaron por el camino del crecimiento sin trampas, ostentando en la actualidad no sólo una envidiable ciudad deportiva sino todo tipo de actividades en espacial educativas que van del nivel primario hasta la facultad de Educación Física.

Ayer por segunda vez se coronó campeón de la liga más importante del futbol argentino y no pude evitar que la alegría me llevara a la emoción extrema de las lágrimas buenas, pues en ese triunfo estaba el alma granate de mi abuela Manuela que acompañé rigurosamente a los encuentros del Grana, ese equipo que en toda su trayectoria fue una máquina de jugar bien, fino, elegante con viejas glorias que ya no están como Daponte, Guidi, Nazionale, y los albañiles Silva y Acosta.

Desde Banfield a Rosario desde Núñez a la Boca acompañé a la nona que como mi querido viejo Héctor jamás pudieron ver salir campeón a Lanús.

Llevo en la mente y mi sangre el espíritu granate que continúa en mi trascendencia y en la de mi hermana, en hijos nietos, y sobrinos que ayer festejaron el gran logro unos desde esta lejana tribuna zapalina y otros en suelo granate.

Vale en este homenaje recordar una anécdota: Mi abuela fue granate desde su tierna adolescencia, tanto que recién aceptó casarse con mi abuelo cuando éste, que era jugador de River, rescindió el contrato y se hizo jugador de Lanús.

Por ello, porque los granates fueron, son y serán un sentimiento toda pasión el campeonato ganado entusiasma la memoria de mi abuela y mi viejo tan extrañados y es pleno regocijo para este escriba, hijos, nietos, la familia y amigos granates del alma que quedaron en la ciudad natal y a los que abrazo en mil saludos.¡¡¡GRANA CAMPEON!!! ¡¡¡VIEJO!!!