Los argentinos vivimos en un ataque de pánico crónico , en un miedo enfermizo que nos genera una sensación de muerte inminente, una dramática fantasía con asidero en una realidad plena de inseguridades de los mas diversos matices que turba cada noche nuestro sueño, empezamos el día temiendo lo que nos pueda pasar y nos acostamos preocupados por lo que sucederá mañana y desafortunadamente nuestros malos augurios son superados por cachetadas vitales cada vez más duras.

Estamos insertos en un plan terrorífico del cual nosotros mismos fuimos los autores y nos lo recuerdan cada vez que esbozamos una protesta con el latiguillo "vos los votaste" y nos defendemos alegando que no fui yo, que fueron 56% de ingenuos estafados, que nadie eligió pensando que el otro pisotearía sus obligaciones contraídas al tiempo de celebrar el mandato, que actuamos de buena fe, que nos engañaron y lo seguirán haciendo cualquiera sea el que gane la próxima contienda electoral, como ocurre en este desafortunado país desde hace 200 años con la honrosa excepción del doctor Arturo Umberto Illía.

Tenemos temor que nos echen del trabajo, que los patrones decidan cerrar, que nos asalten apenas salgamos del hogar , que nos peguen un tiro en el momento menos pensado, que entren encapuchados, nos roben hasta el agua de los floreros y nos quemen con casa y todo, que nos secuestren al niño al ir de la escuela, que nos maten al niño a golpes en la escuela, que violen a nuestras hijas, que las secuestren y nunca mas, que nos saquen el celular en el tren y nos arrojen a las vías sin piedad, que lleguemos a la casa de los viejos y los encontremos atados, golpeados o muertos, que esos dos que vienen a dos veredas con camperas con capuchas nos ataquen, de enfermar de algo doloroso y grave porque no tenemos un peso para pagar ningún tratamiento y la obra social hace tiempo que se borró, que no consigamos ninguna changa que nos permita llegar a fin de mes, que nos involucren con la policía o la justicia, que todos los miedos, que el miedo.

También sabemos que nos mienten prometiéndonos seguridad, que somos blancos móviles. que cada día nos levantamos sabiendo que esta jornada puede ser la última en nuestras vidas, que el tiro del final está a la vuelta de la esquina o en la parada del colectivo, o en cualquier lado, nada es predecible, todo es aleatorio y condicional, que a seguro lo llevaron preso, que gracias Dios mío que se llevaron todo pero nos dejaron vivos.