La Constitución Nacional prescribe que el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes, esto es descarta la democracia directa por ser materialmente imposible instrumentarla y determina que el gobierno sea ejercido por individuos a los que los ciudadanos les otorgan mandato para actuar el bienestar general en su nombre.

Lo expuesto en el párrafo precedente, esto es que el poder sea ejercido por personas físicas que integren el común de la gente se desvirtúa en la práctica con la creación de los partidos políticos como entes intermedios entre el mandante y el mandatario.

Y digo que la intención originaria de los redactores de la Constitución histórica se desvirtúa con la aparición en escena de partidos políticos pues se impone la necesidad de creación y afiliación a los mismos para poder acceder a ser mandatario del pueblo, esto es para representarlo y así si bien el hombre común está obligado a elegir, en tanto si no vota será sancionado, carece de la libertad que le otorga la constitución histórica para ejercer la representación del pueblo que integra sin participar en organizaciones que siempre son presididas por las mismas personas, sus hijos, parientes y amigos y que en los hechos se han convertido en asociaciones comandadas por grupos pequeños y hereditarios.

Así los partidos políticos lejos de representar al pueblo traducen y defienden los intereses personales de los afiliados más relevantes, de los fundadores, de una aristocracia política que pelea con fervor por conservar a través del tiempo los privilegios de unos pocos.

Lo dicho en el párrafo precedente es fácilmente comprobable cuando al tiempo de votar nos encontramos en las boletas los apellidos de los socios fundadores de club político de que se trate o de sus amigos y parientes.

Así los partidos políticos se convierten en escuelas con cupos limitados donde se forman los profesionales del poder, que elección tras elección se renuevan en sus cargos o se van adelantando en este carrera de vanidades y enriquecimiento fácil, llevan modos de vida exquisitos, y a ellos o sus secretarios u otros súbditos hay que acudir cuando se busca un trabajo o una vivienda digna en un país donde se alienta la mediocridad y la dependencia con fines electorales mientras los idóneos, los más inteligentes y capaces migran al extranjero para realizarse y de paso no tener que convertirse en aplaudidores del amo de turno.

Obviamente de persistir el sistema de partidos políticos acotados a los profesionales del poder, sólo estos y sus dependientes serán quienes gobiernen a este desafortunado pueblo por siempre jamás y el hombre de a pie no tendrá posibilidad alguna para participar del gobierno de su país, además de asumir resignadamente un desgobierno permanente, un desinterés continuo en realizar obras y alentar inversiones generadoras de riqueza, trabajo y educación, esto es proveer al bienestar general, pues conservar los privilegios que otorga pertenecer a esa elite de dirigentes de partidos políticos exige dedicarse tiempo completo a cuidar el nido dejando la acción propia de gobernar para un tiempo futuro que nunca llega.