Lunes 6 de mayo del año 2013, las noticias de la noche anterior dan cuenta que la corrupción en este desafortunado país ha llegado a límites inconcebibles, que durante años su riqueza se ha ido, profusa y rápidamente, mediante la acción de gobernantes sin escrúpulos, que no han vacilado en mentir, violar la obligación que la ley les impone de proveer al bienestar general, para enriquecerse privadamente mediante emprendimientos de todo tipo sin que los órganos de control tomaran medida alguna para impedirlo.

Realmente aparece difícil creer que aquellas personas a las que el pueblo puso en sus manos los destinos del país, la grandeza de la patria, el futuro de sus hijos, hayan abusado de esa acción de fe popular y se hayan convertido en ricachones sin escrúpulos ni pudor.

El periodista más relevante al tiempo de formular las denuncias de corrupción, de lavado de dinero- Jorge Lanata - ha desafiado al gobierno que responda las graves acusaciones que fueron formuladas y que se están investigando en la justicia pese a los esfuerzos por entorpecerlas, ha invitado a las autoridades a desmentir tamañas imputaciones.

El silencio ha sido la única respuesta luego de tres semanas donde los diarios y la televisión han detallado las sofisticadas maniobras para vaciar a un país de su riqueza, para llevar al hombre de a pie a la miseria más absoluta.

Y esa falta de respuesta me ha hecho sospechar.

Durante toda la vida trabajé como abogado y desarrolle una carrera judicial donde tuve a mi cargo llevar adelante juicios penales de todo tipo.

Así al tomar audiencia de indagatoria, es decir cuando se concede al presunto autor del delito la oportunidad de defenderse previa advertencia que tiene el derecho de no declarar y si así sucede esa decisión no será tomada en su contra al dictar la sentencia definitiva, puedo afirmar sin duda alguna que cada vez que el declarante era inocente ansiaba en contar lo sucedido, la verdad real de los hechos se apresuraba en indicar todos y cada uno de los motivos que demostraban que en el caso la justicia había cometido un error, de manera amplia, minuciosa, absolutamente creíble y normalmente esa declaración era corroborada puntillosamente por testigos y otras pruebas que demostraban absolutamente la falsedad o la equivocación cometida y la libertad de quien en los hechos había expuesto su inocencia con firmeza ante los jueces.

Por el contrario en casi todos los casos quien elegía el silencio una vez desarrollado el proceso y producida la prueba aparecía como autor responsable del crimen que se le atribuía.

Lo expuesto se corresponde con las reglas de la lógica, la experiencia y el sentido común.

En efecto si me imputan haber dado muerte a Pedro y yo no tengo nada que ver, ansiosamente voy a gritar mi verdad hasta que el Fiscal y los jueces queden sordos. Porque no tengo nada que ocultar, porque soy el primer interesado en que se sepa de mi total inocencia.

Por ello el silencio del gobierno ante acusaciones de la comisión por los funcionarios de gravísimos crímenes, de llevar a cabo acciones de apoderamiento delictivo de bienes públicos, de percibir coimas, de asociarse con fines ilícitos con empresarios que no pueden justificar su fortuna, que se han enriquecido de la mañana a la noche mágicamente sin que se pueda encontrar una acción causal entre el trabajo realizado y la riqueza obtenida, me llevan a pensar que todos esos crímenes que se atribuyen a los más altos responsables del gobierno del país realmente hayan sucedido.

En todo caso, lo bueno es que en estos momentos hay un fiscal y un juez que están investigando para averiguar la verdad real de lo ocurrido, organismos internacionales como la ONU que se suman al esfuerzo de conservar la independencia judicial en argentina, bancos extranjeros que colaboran con la investigación, esto es una serie de actos positivos que otorgan una pizca de esperanza de que una vez al menos si los delitos existieron los criminales vayan presos, que "Rápidamente... se adecente el local" (A quien corresponda, canción, Juan Manuel Serrat).