Hace unos días leí una frase según la cual los argentinos estamos en un tren fantasma y  así no sabemos que habrá detrás de la próxima curva.
En  pocas palabras se traducía la sensación de inseguridad que esta invadiendo todos los rincones del país en las distintas actividades.

Para aumentar la incertidumbre acabo de leer un informe en el suplemento económico del diario Río Negro del 08/07/2012 según el cual "Tomando como referencia los datos consignados por el Instituto de Estadística y Registro de la Industria de la Construcción (Ieric), en los primero cuatro meses del año la construcción en la región se desprendió de unos 1400 puestos de trabajo, producto de la caída en el nivel de actividad que sufre el sector, en general, en toda la Norpatagonia"
Que a lo expuesto debe sumarse que esta semana el gobierno nacional oficializó la prohibición de la compra de dólares para la adquisición de viviendas y la pesificación de las operaciones, lo que ha aumentado la incertidumbre sobre el mercado inmobiliario.
A esta situación poco auspiciosa y que según los entendidos provocará que para fin de año se pierdan 300.000 puestos de trabajo en la construcción, con secuelas rigurosas en diversas actividades relacionadas en virtud del conocido efecto multiplicador en el desarrollo de las industrias afines que tiene la construcción y las cuales deberán reducir su ritmo de labor y eliminar elemento humano.
El cuadro económico - laboral en lo inmediato aparece más preocupante si consideramos los recortes dispuestos por el Poder Ejecutivo respecto de los aportes económicos a las provincias que influirá manifiestamente en ajustes en el empleo público, destacándose en este punto que las restricciones de todo tipo impuestas a importaciones y exportaciones ha generado la suspensión o cese de emprendimientos productivos, al no contar con la materia prima necesaria para continuar con la elaboración de los productos y a la vez las trabas a las exportaciones ha frustrado intercambios comerciales tradicionales afectando amplios sectores productivos como por ejemplo la fruticultura.
Además las decisiones se toman súbditamente, sin que se exhiba una profunda reflexión en cada caso e incluso aquello que se resolvió hoy puede modificarse sustancialmente en un par de días.
En otro aspecto los principales actores de la escena argentina se han olvidado de la gente, enfrascados en una lucha a todo o nada por espacios de poder.
La intensidad de las acciones entabladas distrae la atención sobre los graves problemas de subsistencia relacionados con salud, educación, seguridad, etc. que plantea el acontecer cotidiano y como frutilla del postre se alienta con probabilidades de concretar la modificación sustancial de nuestro modo de vida mediante una drástica reforma de la Constitución Nacional.
El cambio no dejaría rastros de la Carta Magna de 1853 reemplazada por otra acorde con el sistema adoptado por la revolución Bolivariana en Venezuela con preceptos que consagraría un modelo marxista con inclusión social.
Modestamente, me atrevo a  clamar por un poco de sentido común en aquellos que ejercen el poder ante decisiones que nos van llevando al abismo tan temido, que si no podemos mejorar las cosas por lo menos no la empeoremos, hasta llegar a un punto en que la desesperación por la falta de trabajo, de actividad productiva, de respeto a la forma, derechos y garantías que hacen a la esencia de la sociedad argentina, nos coloque en una situación imposible, sin salida.
Dejar los enfrentamientos de lado e invertir en el bienestar general de la gente alcanza para iniciar el camino correcto.