Que luego del terrible accidente ferroviario ocurrido en la ciudad de Buenos Aires el 22 de febrero de 2012 el Secretario de Transporte de la Nación, Juan Pablo Schiavi afirma que “Si hubiera ocurrido ayer habría sido una cosa mucho menor”.

Es increíble la afirmación del máximo responsable del área dentro del Poder Ejecutivo si apreciamos que por el momento se ha constatado que el siniestro dejó como saldo cincuenta muertos y seiscientos setenta y cinco heridos (cifras provisorias).

Pero además en momentos siguientes a la tragedia se escuchó: “’ ¡Código rojo!, ¡código rojo!’ Para los médicos y rescatistas entrenados es una forma de discriminar a los heridos, de catalogar su urgencia, su gravedad. En este caso, la máxima: riesgo de muerte. Y los que gritaban eran paramédicos del SAME que acompañaban a un chico con ropa de gimnasia, desplomado sobre una camilla. Tendría unos 7 años. Ocurrió en el hall central de la estación, alrededor de las 11 de la mañana. El lugar estaba prácticamente liberado para dejar trabajar a los más de 100 agentes de la policía y otras instituciones. Estaban rescatando, por un hueco abierto en el techo, a los que ocupaban el lugar más dañado: la parte delantera del segundo vagón. De allí habían sacado a ese chico, del que hasta anoche no se sabía el nombre, casi desvanecido. Antes de que pudieran llegar al final del hall, los gritos cambiaron de intensidad: estaba perdiendo los signos vitales. Frenaron allí mismo y empezaron a hacerle una resucitación. De inmediato, y como parte de una escenografía macabra, los policías formaron una ronda alrededor de la camilla donde estaba el niño, mientras los trabajadores del SAME realizaban masajes de reanimación cardíaca. El propio Alberto Crescenti, director del SAME, coordinó las tareas de reanimación del chico. Después de algunos minutos, el médico se incorporó y les dedicó al resto de los que lo rodeaban un gesto: hizo un "no" con la cabeza, un no definitivo. Prestos, le cubrieron el cuerpo con una manta negra. Los cientos de pasajeros heridos no permitían más demoras”.

El angelito en cuestión fue una tremenda victima de la enorme negligencia de gobernantes sin piedad, que piensan exclusivamente en su enriquecimiento sin atender la necesidad de gobernar en serio al pueblo en general y cuidar en especial a los niños y ancianos.

La pobre criatura como relató uno de los vendedores ambulantes que lo conocía lo definió de la siguiente manera: era un pibe de la calle, repartía estampitas y un texto escrito que habitualmente nadie prestaba atención por eso Señor Ministro contrariamente a lo afirmado por Ud. el día de la tragedia pasó lo peor y los responsables son manifiestos, son aquellos que tenían a su cargo la responsabilidad sanos y salvos a aquellos que murieron, de salvar la vida del angelito, y tal deber incumplido y la pertinente sanción va sin duda desde la máxima autoridad de transporte como los que cumplían funciones anexas e intermedias y la persona que los avaló para ocupar de una manera tan ineficaz y desconsiderada (www.lanacion.com.ar comentario lectores).

Correspondiendo destacar que en el caso es de aplicación la sentencia bíblica según la cual “Cuando la sentencia para castigar una mala acción no se ejecuta de inmediato, el corazón de los mortales se dispone a seguir actuando mal” (Eclesiastés 8:11 RVC).

Por ello la sanción a los responsables de tamaña desgracia no puede demorarse ni cortarse por el hilo más delgado.

Los vagones eran pura chatarra de los años cincuenta que, sin vergüenza y percibiendo regalías millonarias la empresa TBA hace circular con el aliento oficial y la percepción de miles de millones de dólares en concepto de subsidios, jugando a la ruleta rusa con la vida de los pobres.

En efecto esta situación jamás afecta a los poderosos. A titulo de ejemplo señalo que cuando el extinto ex presidente Dr. Néstor Kirchner acudió a la ciudad de Neuquén, en una de sus ultimas apariciones publicas, lo hizo en el avión Tango 01 (presidencial) como también gobernadores como Capitanich o las hijas e hijos de los políticos, utilizan tales medios modernos para viajes particulares y con objetivos triviales.

En cambio el hombre y la mujer pobre que vive en la ciudad de Moreno solo tiene para llegar a su trabajo a tiempo el desvencijado tren que ofrece la multimillonaria firma concesionaria TBA, particularmente sabiendo resignadamente –como se ha puesto de manifiesto en todos los medios- que en cada viaje pone en juego su vida.

Para terminar Señor Ministro Schiavi y demás responsables de esta desgracia, en la tragedia ferroviaria del 22 de febrero de 2012 sin duda que ocurrió lo peor, la cantidad de muertos y heridos ya indicados y entre ellos el resumen de un país la muerte de impiadosa de un niño solo, pobre y abandonado, asesinado por la corrupción y la desidia.

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