Los gobiernos no hacen la felicidad Imprimir
Escrito por hector luis manchini   
Domingo, 02 de Noviembre de 2014 11:00

Desalienta después de tanto luchar, llegando al fin del camino, ver que el país jardín de infantes que describió María Elena no sólo sigue vigente sino que incluso ha involucionado volviendo a la dependencia extrema de mamá o papá, a andar con pañales rigurosamente, necesitando llorar a gritos para que nos den de comer algún bocado ya que como todo bebé no nos bastamos a nosotros mismos.

Vaya a saber uno que será de este pueblo de infantes cuando mamá Cristina se vaya, quien nos alimentará, moriremos de hambre y de frío pues no supimos, en más de una década, crecer lo suficiente para proveer a nuestras necesidades sin acudir a planes de todo tipo que suplieron el rigor del trabajo duro y la remuneración digna, como corresponde en las sociedades desarrolladas.

alberdiEl triunfo de Dilma en Brasil es un claro ejemplo que el trabajo no es el anhelo de los pueblos latinoaméricanos, como tampoco la seguridad, sino conseguir los planes necesarios para vivir con la mínima indignidad posible, que alcance para un porro o una pizca de paco, un par de chapas de techo y lo que se consiga en el comedor comunitario más próximo.

Destruido absolutamente el trabajo genuino, allá lejos y hace tiempo, sólo queda el empleo público para los privilegiados amigos del poder y los desheredados de toda solemnidad tienen los planes que han permitido sobrevivir en la pobreza pero sin que duela la osamenta.

Lo expuesto precedentemente ha sido el gran error del gobierno en los últimos años, dejar de lado la creación de condiciones de libertad, aliento y apoyo para que se establecieran y desarrollaran fuentes de trabajo genuino con salarios dignos, instando el desarrollo de emprendimientos laborales innovadores y bien remunerados, adoptando las medidas que fueran menester para que la actividad privada fuese quien generara los empleos con una ínfima intervención de la órbita oficial, que se limitara a cubrir las necesidades más extremas, esas que no admiten dilación y son deber del Estado atender.

El gobierno ha hecho todo lo contrario, ha intervenido en materias que no son de incumbencia propia de los asuntos de Estado, se ha inmiscuido en cuestiones y negocios que competen a la acción de los particulares y así redujo a su mínima expresión la participación privada y con ello la generación de empleos de tal carácter, que fueron asumidos por trabajadores públicos, empleados del Estado y múltiples asignaciones, subsidios y planes que han agotados las arcas de las Nación.

Alberdi decía “Gobernar poco, intervenir lo menos, dejar hacer lo más, no hacer sentir la autoridad, es el mejor remedio de hacer estimable la ley apreciando que las sociedades que esperan la felicidad de la mano de los gobiernos, esperan una cosa que es contraria a la naturaleza” (Alberdi, Juan Bautista, Obras Selectas)

Lamentablemente la doctrina alberdiana no fue considerada, más quizás apreciando los resultados, la reflexión atinada revierta la situación y Argentina encuentre definitivamente el sendero de la razonabilidad y esfuerzo productivo.



Última actualización el Lunes, 03 de Noviembre de 2014 15:23