Escrito por hector luis manchini  
Lunes, 26 de Septiembre de 2016 20:19

En una sociedad civilizada el diálogo es la manera de resolver los conflictos, esto es llegar a un acuerdo mediante el ida y vuelta de propuestas y reclamos hasta llegar al justo punto que corona una acertada conciliación o avenimiento que permita al país continuar con su actividad habitual esto es clases en los colegios, atención en los hospitales, transporte que lleve a los lugares de trabajo, etc.

En Argentina, en el país de sindicalistas ricos y trabajadores pobres, ese no es el camino, porque los que dicen representar a los trabajadores a la fuerza no conocen otro forma de dirimir las controversias que no sea mediante marchas que impiden la libre circulación de los ciudadanos que intentan laborar duramente para mantener a sus familias y lograr el bienestar de si mismo y de su prole y paros que causan un gran daño a la Nación toda pues nadie va a invertir un peso en fuentes de trabajo genuino donde están a merced de la decisión sindical.

Esto implica que los dirigentes gremiales que habitan en majestuosas casas, se conducen en autos de alta gama y son heredados en el arte de la presión, la amenaza y la falta de respeto de los derechos de aquellos que se levantan cada día a dar lo mejor a su prole, por hijos y allegados que constituyen castas contrarias a la democracia republicana, alentando la violencia social e impidiendo la gobernabilidad poniendo palos en la rueda una y otra vez para que el orden que con mucho esfuerzo hacen los gobernantes luego de la terrible década enterrada que nos dejó al borde del abismo, a punto de ser Venezuela o Cuba, actuando como izquierdistas de derecha, sin voluntad ni capacidad  para lograr el justo salario, el bienestar general, ya que saben perfectamente que los paros y las marchas jamás han conseguido beneficios para los trabajadores sino que han impuesto - arrasando con los derechos de todos los que no participan del quiebre institucional - el barullo, la prepotencia para no perder los privilegios mal habidos por el apriete brutal.