Del AMBA a Zapala Imprimir
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Escrito por hector luis manchini   
Sábado, 05 de Junio de 2021 17:36
constitucion zapala

Salgo de casa apurado, antes de llegar al automóvil siento que el corazón me late muy apurado, respiro hondo y arranco, poco a poco la taquicardia va pasando, luego de eludir en la autopista porteña a infinidad de autos en la mañana de Buenos Aires que solo una manera de decir, pues a la 5 es noche cerrada, llego al trabajo, bajo del auto y un mareo muy fuerte me detiene y un compañero me lleva a la clínica de la esquina.

Me atiende un médico con mucha experiencia que luego de examinarme me dice que estoy muy acelerado, que no puedo seguir trabajando 17 hs. por día que debo parar la máquina o la máquina me va a parar a mí , no me receta ningún calmante y me dice “no te medico con nada porque todavía estás sano, lo que te aconsejan mis canas y muchos años de trabajo calmando a trabajadores compulsivos es que descanses un par de días, pienses en trabajar en algún lugar que no tenga la locura de la CABA y si lo conseguís vemos que pasa”.

Vuelvo a casa pensando que el doc tenía razón me estoy matando trabajando y finalmente lo voy a lograr si no cambio.

Mirando por arriba el diario que había comprado en el puesto de la esquina veo un aviso que llamaba a un concurso de trabajo en Zapala, provincia de Neuquén.

El corazón comenzó a latir, pero ahora de la alegría y la esperanza, mi viejo toda la vida trabajó en el tren “Estrella del Valle”, era mozo del coche comedor y cosechó un montón de amigos. No lo pensé más, armé la valija con las pocas cosas que tenía, subí al auto, paré en Bahía Blanca y de un tirón, al medio día siguiente, estaba en Zapala, como siempre llena de sol, árboles y viento.

El examen del llamado a concurso era al día siguiente, presenté la documentación que me pedían y caminé por las viejas calles que tantas veces supieron de los pasos de mi padre.

En el concurso me fue bien, me busqué una casa, con un alquiler razonable y ahí comencé a restaurarme.

Lo narrado sucedió hace unos años hoy puedo decir que el señor mayor sabía lo que me decía, ahora trabajo fuerte como siempre, pero tengo mucho tiempo para mí, para mis cosas y mis caprichos como por ejemplo el berretín de escribir.

Por la mañana antes de ir al trabajo saco la bici, me voy hasta el manzano y vuelvo con intención de una buena ducha y un café que me reanima y cuando abro la puerta el sol me pega pleno en la cara, ya mañana iremos con la señora a Laguna Blanca, esa maravilla plena flamencos, patos, aves de todo tipo y unos sándwiches y gaseosa, con un par de manzanas del valle completan el frugal almuerzo mientras me acerco al agua y le agradezco a Dios por regalarme un pedacito de sus maravillas, todo el sol, todo el cielo y la silenciosa paz que me obsequia.